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Viajes por el sur y el sudeste de Asia. Transporte, comida y alojamiento para ayudar a otros viajeros a hacer lo mismo por libre.

Un archipiélago de diecisiete mil islas es inabarcable por muy pronto que se empiece y muy tarde que se acabe. Indonesia tiene alguna más de diecisiete mil, así que es algo más que inabarcable. Pero no es nuestra intención abrumar con la variedad general de esta locura de sitio que solo podemos comparar con el placer absoluto.


En nuestro primer viaje a Indonesia, decidimos –habíamos leído en algún blog de referencia que podía ser un país difícil por el transporte y porque los indonesios se podían poner, digamos, intensos con los visitantes– quedarnos cortos. Veintitrés noches en Indonesia pueden parecer muchas (dividiríamos los meses de julio y agosto de 2017 entre Indonesia, Malasia y Tailandia), pero, parafraseando a un mediano que a veces se hacía invisible, no son ni la mitad de las noches que hubiéramos deseado asignarle, y esa cantidad de noches no es ni la mitad de la mitad que hubiéramos necesitado para obtener la mitad de una perspectiva medio general. Y si, como dicen, la India es más grande que el mundo, Indonesia es mayor que algún que otro continente.

Recorrido

La siguiente serie de mapas (los hemos dispuesto en un slider para que te sea más cómodo seguirlos) puede dar una idea de lo que hicimos entre el día 3 y el 26 de julio de 2017. Después, te mostramos, como siempre, lo básico para empezar; y pasamos a pormenorizar (si, durante el desarrollo, dejamos un enlace, es que tenemos ya una entrada completa del lugar en cuestión) cada paso del viaje.



Lo básico

Fechas: del 3 al 26 de julio de 2017.
Recorrido: de Bali a Java y de Java a Borneo.
Islas visitadas: Bali (y Nusa Penida), Java y Borneo.
Llegada: vuelo de Airasia Kuala Lumpur-Bali, 49 € por persona.
Actividades: templos, playa, snorkel, senderismo, volcanes, gastronomía, fauna, entre tantas, tantas cosas.
Comida: entre muchas, muchísimas cosas, nasi goreng (arroz frito), mie goreng (fideos fritos), bakso (sopa), lumpia (rollitos), satay (pinchitos), babi guling (cochinillo balinés), gudeg (una especie de cocido sobre arroz a base de guanábano, patas de pollo, huevo cocido, carne y leche de coco),  muchísimo té helado y zumos de frutas que ni conocíamos.
Salida: Vuelo de Airasia Pontianak-Kuala Lumpur, 41,25 €.

Lo mejor: La lista de lo mejor de Indonesia puede ser más que interminable. Aparte de menudencias como los volcanes activos, los orangutanes en su hábitat, los barrancos de locura, los bailes, un carnaval con algo muy parecido a drag queens en un país de mayoría musulmana, los preciosos templos y la comida; para nosotros, lo mejor de Indonesia es la gente. Un ejemplo que se nos viene a la cabeza: que un grupo de chicas de poco más de veinte años con sus críos y tocadas con velo te pare por la calle para charlar y solo por curiosidad es una buena forma de acabar con unos cuantos prejuicios.

Lo peor: Algunas ciudades, como Pangkalan Bun (gente amable, ciudad despiadada), están demasiado orientadas a servir de dormitorio a cierto tipo de turistas (lo que da lugar a precios abusivos en el transporte y alojamiento deficiente y carísimo) para tener algo que ofrecer.


Bali

Empezamos nuestro periplo en Bali, en el enclave de Sanur, donde descansamos, nos aclimatamos e hicimos nuestra primera gran compra: una tarjeta SIM indonesia Telkomsel (70000 IDR, es decir, 4,16 € de curso legal).


Luego cruzamos en barco rápido a Nusa Penida, una máquina del tiempo, o un reflejo de lo que pudo ser Bali antes de que se inundara de turistas.


Tras unos días de playa, paseos imposibles en moto y nuestro primer contacto con el snorkel, volvimos a Bali para visitar Ubud, capital cultural y alma de la isla de los diez mil templos.


La estancia en Ubud, un poco deslucida por la lluvia, fue, sin embargo, interesante.


Pudimos probar la comida local, vimos algunos de los templos y museos (el ARMA es una maravilla) e incluso visitamos el bosque de los monos.


Y vimos (en el ARMA que, por cierto, es una maravilla) una muestra significativa de danza balinesa.


Ubud dejaba paso a Kuta, sus pompas y sus obras. Mala fama para una playa que rindió por encima de las expectativas; y para una población que fue agradabilérrima.


 Oh, y un buen sitio para cenar y prepararnos para cambiar de isla.


Java

De Kuta volamos a Surabaya (Java Oriental), desde donde emprendimos la marcha hacia el Bromo, un volcán y un Parque Nacional del que habíamos leído todo tipo de historias de picaresca y tours organizados (lo primero nos parece comprensible y hasta un juego divertido de jugar; lo segundo es el séptimo círculo del infierno).


La aventura, sin embargo, no pudo salir mejor y bajamos, un par de días después y más que satisfechos, a Probolinggo, donde nos empezamos a acondicionar a Java y tomamos un tren hacia el este.


Ya en Solo (Java Central), tuvimos la oportunidad de conocer el verdadero trasiego de esta isla tan poblada como diversa. Fue uno de los sitios que más nos gustó de nuestro viaje.


Es un poco difícil de describir, pero allá vamos: gente amabilísima, calles encantadoras, comida callejera deliciosa (oh bakso) y una forma de comprar en el centro comercial un poco complicada pero que engancha, y mucho.


Además, esta ciudad nos sorprendió con su Carnaval del Batik y el wayang orang, danza javanesa que representa episodios del Ramayana y el Mahabharata. (Un momento, ¿no son musulmanes? Eso parece, claro que sí.)


Tren hasta Yogyakarta, donde, entre otras cosas, disfrutamos del Palacio del sultán, de la calle Malioboro y de su comercio infinito, de los buscavidas que nos llevaron un poco al huerto (en realidad nos dejamos llevar). Y de la comida y de la gente. Y del wayang kulit, el teatro de marionetas javanés que nos muestra, de un lado, las entretelas; de otro, solo las sombras.


Uno de los días de nuestra estancia en Yogyakarta lo dedicamos al templo de Borobudur, nada menos el mayor monumento budista del mundo.


Y otro, al conjunto de templos hindúes de Prambanan, muy cerca de la ciudad.


De Yogyakarta viajamos en autobús a Semarang, ciudad desde donde salía nuestro avión hasta el siguiente destino.


Se trata de un lugar peculiar, o al menos lo es la calle de la estación de trenes, donde nos hospedamos. Pronto la describiremos como se merece.

Borneo

Orang utan, en indonesio, significa "persona del bosque". Viajamos a Pangkalan Bun con la intención de echar un vistazo al Parque Nacional de Tanjung Puting y conocer de cerca al orangután de Borneo. Nosotros escogimos el proyecto del carismático y duro de pelar Jenie Subaru porque nos dio el mejor precio y cierta guía de viajes no podía recomendarlo más.


La visita suele consistir en un paseo fluvial en barco que dura tres días (dos noches), en una embarcación llamada klotok (se duerme en cubierta).


Durante el recorrido, llegamos a conocer a Carlos, el legendario macho alfa de la tercera estación de alimentación.


E incluso a la doctora Biruté Galdikas, que tiene una relación digamos controvertida con la población local.


Después del recorrido en barco por las estaciones de alimentación de los orangutanes, recalamos en la poco recomendable (si puedes ir directamente al aeropuerto, mejor que mejor, o eso nos cuenta nuestra experiencia) Pangkalan Bun.


Y, finalmente, hicimos una escala de una noche en Pontianak, la ciudad "de paso" que más nos ha sorprendido, así, en general, y a la que dedicamos la primera entrada de nuestra web.


¿Aún estás pensándotelo? Viajar a Indonesia –preparando con cuidado cada paso y teniendo en cuenta todos los factores y la información actualizada, y siempre por libre– es un placer que le recomendamos a cualquiera, porque Indonesia, incluso lo poco que hemos visto, tiene algo preparado para cada uno.

febrero 20, 2018 No comentarios
De todos los destinos playeros accesibles desde Bali, elegimos Nusa Penida por varias razones. Las playas del sur (Kuta y alrededores), que luego encontramos más que agradables, nos parecían, desde lejos, un poco sobreexplotadas para empezar nuestra ruta de ese verano. Además, pretendíamos hacer snorkel y Bali tiene pocos puntos donde esa actividad sea accesible o remotamente interesante. Estaba la idea de las Gili, pero, entre el tipo de transporte por esas pequeñas islas (los coches tirados por pequeños caballos no son lo nuestro) junto a la costa de Lombok, lo masificado del invento y el precio del barco rápido hasta los pretendidos paraísos, rechazamos un poco la idea. Por otro lado, Penida es el centro de poder del hinduismo dharma (la religión balinesa), fue hace tiempo una prisión, dicen que su gente practica extraños rituales de lo que llaman magia negra y nos resultó exótica e interesante como punto de partida. Por no hablar de Crystal Bay, una playa de puestas de sol electrizantes y snorkel más que aceptable (entonces, antes de lo de Kapas, en Malasia, nos resultó maravilloso). Nuestro viaje, tras una noche en tránsito en Kuala Lumpur y otra en el enclave balinés de Sanur, empezaría de verdad en Nusa Penida.


Lo básico

Los siguientes datos sobre los precios en rupias indonesias (IDR) y el cambio a euros son solo una pequeña orientación. Fueron exactos, sí, una vez, pero solo en la fecha que indicamos. Hay que tener en cuenta que los precios en Indonesia suelen subir deprisa y que la inflación es alta. Todos son para dos personas (y el alojamiento, por noche en habitación doble con baño privado) a no ser que indiquemos lo contrario.

Fecha: del 4 al 7 de julio de 2017.
Alojamiento: Bintang Bungalow - 39,69 € (pagados por adelantado a través de Agoda), desayuno incluido. Puedes reservarlo en Booking en este enlace.
Llegada (desde Sanur, Bali): Angel Billabong Fast Boat - 175000 IDR (10,34 €) por persona (Bali-Penida). Coche del Bintang Bungalow - 100000 (5,91 €).
Actividades: Crystal Bay; recorrido en moto por la isla (alquiler del artefacto, 70000 IDR, es decir, 4,19 €); visita de Angel's Billabong y Broken Beach; y snorkel en Crystal Bay.
Comida: Bintang Bungalow - desayuno incluido, unas 140000 IDR (8,98 €) por comida. Warung D'Abian, 110000 IDR (6,50 €).
Salida (hacia Sanur): Coche del Bintang - 100000 (5,91 €). Angel Billabong Fast Boat - 150000 IDR (8,86 €) por persona (Penida-Bali).

Lo mejor: el snorkel y las puestas de sol en Crystal Bay; las vistas de Angel Billabong y Broken Beach.
Lo peor: los caminos, bastante accidentados, y los precios del transporte en la isla.


Podríamos decir que Nusa Penida es una trampa para turistas, que nos metimos en un resort caro (siempre, según los estándares locales: en Ubud dormimos por unos 7 €, con un desayuno que, además, ridiculizaba cualquiera de los que nos encontramos ese verano) que encima estaba donde Bodhidharma perdió los párpados, que la isla es grande y el transporte es escaso y carísimo –si te atreves con la moto, los caminos tienen tantísimos baches que no queda un centímetro por el que circular–, que Penida no tiene nada que se parezca a infraestructuras, que ponerse enfermo en la isla puede suponer... ¿la muerte? Bueno, todo eso es un poco verdad, pero mira otra vez la foto del inicio de la entrada y dinos que no quieres llegar a Broken Beach después de medio día de scooter por caminos de cabras, ni bañarte en Angel's Billabong, una piscina infinita natural; que no quieres ver la puesta de sol o hacer snorkel en Crystal Bay; o pasar por los caminos de Nusa Penida de noche, escuchando la música repetitiva de gamelan en algún punto hacia el interior de la isla. Nusa Penida, una Bali en miniatura y una máquina del tiempo, sin turistas ni nada para los turistas, un buen sitio donde empezar algo.

Bintang Bungalow

Decidimos, tras la pequeña parada en Sanur y antes de enfilar un alojamiento de precio más que discreto en Ubud, que nuestro primer destino debía estar cerca de una playa perfecta y remota a la que pudiéramos acceder a pie (lo de la moto nadie lo tenía claro). Así, fuimos desgranando todos los buscadores de alojamiento y nos encontramos con el gracioso nombre de Bintang Bungalow (la marca de cerveza más popular en Indonesia es Bintang), un sitio nuevo con piscina, unas cuantas cabañas con aire acondicionado que tenían muy buena pinta y buenas valoraciones tanto en el mapa de Google como en los buscadores mencionados. El precio (39,69 € por noche, dos personas, baño privado y desayuno) no estaba del todo dentro de nuestro exiguo presupuesto, pero pagábamos por la cercanía a una cala donde tumbarnos y hacer snorkel (aún no sabíamos lo que suponía esto último y, mientras escribimos esta entrada, nos encontramos organizando toda una ruta para el verano próximo en la que esa actividad ordena y manda), por lo remoto del artefacto y, bueno, por ser un hospedaje un poco más lujoso (el año anterior, en Vietnam, habíamos pagado casi el doble por algo parecido). De modo que, simplemente, nos dejamos llevar y decidimos descansar en un sitio más cómodo para luego afrontar los siguientes destinos (Ubud, donde la lluvia desvirtuó un poco la visita; Kuta, que encontramos mucho mejor de lo que nos habían dicho; y, ya en Java, el monte Bromo) con las pilas cargadas.


La realidad es que, te alojes donde te alojes en Nusa Penida, es mejor que sepas cómo llevar una moto. Así, recomendar un alojamiento en concreto, a no ser que esté realmente a pie de playa (si es que eso es posible en un sitio como Penida) y no te vayas a mover, es poco realista. Con todo y como iremos viendo, Bintang Bungalow no nos parece una opción descabellada si el precio no es un obstáculo, aunque, si volviéramos a la isla, investigaríamos todas las opciones disponibles e iríamos preparándonos para el rally más dharma de la Tierra. Sí que es una buenísima opción si deseas un poco de comodidad, y puedes reservarlo en este enlace.

La llegada

Al final, por una serie de problemas con Uber y una tarifa mínima del taxi en Sanur, decidimos que la caminata hasta el muelle del Mola-Mola Express, el barco rápido que debía llevarnos a la isla, podía merecer la pena, máxime teniendo en cuenta que empezaba a hacerse tarde y que era incluso posible que nos quedáramos en tierra. Así, llegamos al muelle poco antes de la una de la tarde. Una vez en el muelle, tras mil ofrecimientos de quinientas agencias, un chico que se dedicaba a captar clientes nos dijo que el próximo Mola-Mola no salía hasta las tres y media, y que era mejor que cogiéramos el Angel Billabong Fast Cruise, que salía a las dos en punto. Nos hicimos los interesantes porque quería vendernos el billete de ida por 200000 IDR y habíamos leído que podíamos cruzar por poco más de la mitad (suponíamos que el Mola-Mola era el barco barato). Al final conseguimos el billete de ida por 175000 IDR (10,48 €) y, después de tomarnos un té helado en un bar cercano, nos sentamos con los chicos que nos habían vendido el billete. Resultaron ser muy simpáticos, como prácticamente todos los indonesios con los que nos hemos encontrado.


En el embarcadero de Sanur hay un pequeño problema: no hay embarcadero, así que toca subir al barco desde la orilla. En algunos momentos, el agua te llega por la cintura, conque, en primer lugar, es recomendable llevar ya bañador y chanclas, y en segundo, levantar bien el equipaje para dárselo a la tripulación sin mojar tonterías como libros o aparatos electrónicos.

Unos treinta y cinco minutos después pasamos junto a Nusa Lembongan para desembarcar en el embarcadero (en Penida sí que lo hay) de la empresa Angel Billabong Fast Cruise.


El amabilísimo equipo del Bintang Bungalow nos había ofrecido un transporte desde el embarcadero hasta el hotel por 100000 IDR (5,99 €), pero nosotros, a pesar de que empezaba a chispear y que todo apuntaba a un precio fijo acordado para cualquier resort, hotel o pensión de la isla, empezamos a regatear de manera sistemática e implacable con el conductor de cualquier vehículo a motor de los alrededores. Una vez comprobado que cien mil rupias, en indonesio, se dice seratus ribu rupiah y que de ahí no bajaba ni Shiva el destructor haciendo surf sobre una tortuga del tamaño de un armario de Ikea, y vistas las desastrosas camionetas en las que pretendían hacinarnos por el mismo precio (50000 IDR por cabeza), volvimos a llamar al hotel y, unos veinticinco minutos después, un monovolumen blanco nos recogió, añadiendo 100000 IDR a la cuenta del hotel. Quizá deberíamos haber considerado aceptar la oferta desde el principio y habríamos ganado una hora. No nos atrevemos a aconsejártelo. Es una decisión muy personal y es probable que el muelle tenga su encanto.

El hotel respondía, más o menos, a las expectativas. Se trata de un conjunto de bungalows alrededor de una piscina que tiene el restaurante y la recepción enfrente. En julio de 2017 estaba solo casi terminado, así que, cuando no escuchábamos el martilleo del gamelan, escuchábamos a los albañiles colocando con la macha pequeños adoquines en la entrada. Por la noche, las aves nocturnas y las ranas.


Y es que aquello, aunque no es exactamente la selva, sí que es el campo oscuro de verdad. No podemos decir si dentro de unos años la isla será un gran complejo hotelero, pero entonces a ese complejo no se le esperaba.

Crystal Bay

Tras instalarnos, llegó el momento de ir a la playa de la papaya, a Crystal Bay, un momento más que importante porque se trataba del primer día de playa de ese verano que empezaría en Nusa Penida y acabaría en Bangkok. Tras poco más de un kilómetro cuesta abajo desde el Bintang entre pastos, palmas y vacas (hay muchísimas en esa zona), llegamos a la costa en la que solo quedaba algún viajero despistado, un señor que guardaba las hamacas y vendía cervezas y otro que alquilaba equipos de snorkel. Ya no quedaba mucha luz y ni siquiera llevamos las gafas. Queríamos bañarnos y ver la puesta de sol.


La subida a la playa, una cuesta que estaba igual de inclinada al bajar pero que se notaba la mitad, nos hizo soñar con haber empezado alquilando una moto de esas que llevaba todo el mundo por la isla. Ya secos, llegamos al Bintang dispuestos a cenar al menos algo.

La comida

La comida en el Bintang resultó tan cara (siempre, según los estándares locales, es decir, cena para dos por 140000 IDR, al cambio, 8,98 €) como insípida. Pedimos platos combinados de pollo y arroz, y eso es justo lo que obtuvimos. Podríamos decir que la foto, con mucho grano y un poco triste, no hace justicia a la cena, pero sí que se la hace.


Después de jurar por Rangda que pediríamos nasi goreng (arroz frito como lo fríen y lo dicen en Indonesia), siempre, siempre que nos encontráramos en la isla, nos fuimos a la cama con la cuenta del hotel un poco más hinchada y el estómago un poco más pequeño.

El desayuno

Ya no esperábamos demasiado de la comida del Bintang y quisiéramos haberla evitado en lo sucesivo. Sin embargo, el desayuno, incluido, a su vez incluía té, huevo, tortitas que parecían crepes con mantequilla de cacahuete –o mermelada, o con las dos– y tostadas con mantequilla. Y te podemos decir que disfrutamos todos los días, y mucho, del desayuno incluido que incluía todo eso.


De hecho, fue vital para lo que se nos venía encima aquella mañana.

Ruta en moto por Nusa Penida

Después de desayunar, nos dieron las llaves de la moto que habíamos reservado el día anterior. No pensábamos que fuéramos a necesitarla, de ahí la elección del alojamiento, a un solo kilómetro de la playa. Sin embargo, habíamos leído que había varios sitios con vistas maravillosas por toda la isla, de modo que nos decidimos a probar un día –además, la moto nos ahorraba el gran salto adelante del cuestón de Crystal Bay– y, si todo iba como tenía que ir, usarla al día siguiente.

La moto estaba en un estado lamentable, aunque andar, andaba. Los frenos eran un poco frenos homeopáticos. Creíamos en ellos porque se parecían a unos frenos.


Cuando preguntamos por el casco, nos dijeron que en esa isla no llevaban casco. Insistimos y solo obtuvimos sonrisas de cortesía. Con la falta de práctica, ponerla en marcha y mantener el equilibrio ya fue un reto. Otro, conducir por el que siempre ha sido el lado correcto del camino aunque aquí se nos vaya olvidando (¡conduce por la izquierda, druida, que eres un druida!) Finalmente, el sillín nunca, nunca, nunca encajaba bien al cerrarlo, de manera que guardar las pocas cosas que llevábamos y echar gasolina se convirtió en otro rompecabezas. Pero lo mejor iba a ser circular por los caminos de esa isla mágica.


Veamos. Ir en moto por Nusa Penida requiere, por decirlo de algún modo, cierta pericia en la conducción de este tipo de vehículos. Los caminos, a veces, tienen más baches que camino; el relieve es accidentado, con cuestas brutales, y vas a encontrar poca ayuda (en la imagen anterior, que corresponde al momento en el que la moto se nos encalló a un lado del camino, puedes ver a la providencia con camiseta naranja) en caso de percance. Llevábamos años sin conducir una moto. ¿Qué crees que hicimos? Pues arrancar eso y tirar millas, como es natural.


Para llegar a Angel's Billabong y a Broken Beach desde las inmediaciones de Crystal Bay (en el mapa parece que estén los unos al lado de la otra), es necesario retroceder y avanzar, es decir, ir hacia el centro de Nusa Penida y volver. El siguiente mapa, fallos de satélite y camino de ida y de vuelta un poco distintos aparte, es un el resumen que nos hace la cronología del todopoderoso mapa de Google de lo que hicimos aquel día. Corresponde al sudoeste de Penida, y están marcados tanto el Bintang como Angel's Billabong, y el Warung D'Abian, muy recomendable, en el que cenamos aquel día. Oh, y el punto donde no sabíamos cómo sacar la moto de un bache del tamaño del gran Estado de Missouri (en el mapa reza "Penida Island": elige el camino de abajo y te irá bien). Te lo dejamos por si sirve de algo.


Si decimos que lo de la moto en Penida fue una locura nos quedamos cortos. Al principio del día casi no sabíamos mantener el equilibrio, y al final esquivábamos baches, mal que bien, por cuestas imposibles, por la cuenta que nos traía. Y sí que progresamos con la moto, aunque en algún momento nos quedáramos atascados o tuviéramos que bajarnos por la dificultad y la falta de costumbre. Lo primero que hicimos fue echar gasolina en un pequeño puesto entre el Bintang y el Warung D'Abian. Luego nos confundimos y terminamos, de nuevo, en Crystal Bay, la pequeña bahía al oeste del Bintang a la que fuimos caminando el día anterior (en el mapa, la que tiene esa isla mínima, Pulau Batumejinong, en medio). Bajar a Crystal Bay en una moto que dejaba mucho que desear, casi sin frenos, sin cascos y sin llevarla de un modo medio digno fue una prueba de fuego. Subir, un reto para el pequeño motor del aparato.


Una vez encaminados, pasamos de nuevo frente a la "gasolinera", frente al Warung, siempre en carretera. Hay que atravesar un pequeño pueblo llamado Tojapakeh. Paramos en algún momento para comprar caramelos y conocimos a unos habitantes muy simpáticos que no hablaban nada de inglés. Fue más que divertido estirar las piernas y oler un poco.

En cuanto dejas el camino principal, la pista se vuelve revirada y muy accidentada. Hay tantísimos baches que es muy difícil subir y bajar cuestas sin cierta habilidad. Lo interesante es que la vuelta se nos dio muchísimo mejor que la ida, conque, como son caminos diferentes, he aquí la vuelta.


Aunque quizá todo sea un espejismo y solo sea cuestión de práctica. Llegar a Angel's Billabong y a Broken Beach también cuesta dinero, aunque una cantidad ínfima (menos de 5000 IDR, es decir, menos de 0,30 €, por vehículo que entre en la zona), suponemos que por el aparcamiento de la moto (se cobra un trecho antes de llegar al destino). Una vez que dejas la moto, un camino te lleva a una serie de acantilados de los que cortan la respiración.


Angel's Billabong

Una piscina infinita natural, pero no una cualquiera. Es que ni inventándola la hubieran hecho mejor. No está permitido bañarse y bajar hasta el agua es un poco una locura (las rocas están mojadas y es fácil dar un traspiés).


De todos modos, no íbamos con la idea de hacerlo y no llevamos la toalla, aunque reconocemos que no habría estado nada mal hacerlo, visto en perspectiva. Esta vista, en todo caso, es difícil de olvidar.


Y esta.



Esta, si nos lo permites, tampoco la vamos a olvidar fácilmente.


Broken Beach

Después de pasear por las rocas lunares de Angel's Billabong, el camino hasta Broken Beach es corto, muy corto.


Y el final de este periplo merece, y mucho, la pena. Un acantilado circular con entrada de agua por uno de los lados que forma una especie de puente natural. A veces, solo a veces, una imagen vale más que mil palabras.


Aunque no seamos capaces de calcular el precio de dos imágenes.


Y no digamos de tres.


Warung D'Abian

Emprender la vuelta no fue una decisión demasiado fácil. Sabíamos que teníamos que volver, pero conducir de nuevo ese trasto del infierno y llevarlo a sagrado no era como sentarse en el coche y hacer un par de cientos de kilómetros de autovía.

De todos modos, la vuelta no fue como la ida, pero casi. Si para llegar desde el hotel hasta el barranco necesitamos dos horas y cuarto, para hacer lo contrario fueron dos horas. Conocer el terreno y, quizá, el itinerario escogido (y puede que el rodaje) ayudó al menos un poco a que ese momento no fuera tan difícil como el primero, aunque el cansancio ya era bestial y alguna de los pequeños achaques que siguieron a la experiencia duraron meses. Aun así, repetiríamos con los ojos cerrados.

Nos topamos con un warung (sitio sencillo para comer) por el camino, y los precios, el cansancio y el hambre que acumulábamos desde el desayuno (ya eran casi las seis) nos dieron las pistas para parar. Cenamos dos platos de nasi goreng (arroz frito: uno de pollo y otro de marisco) con satay (pinchitos que suelen sazonar con salsa de cacahuetes). Y zumos. Todo por 110000 IDR (6,50€). Parecía incluso que íbamos, poco a poco y a nuestra manera, progresando. La comida y los zumos, que necesitábamos como agua de mayo, resultaron más que deliciosos.


Volvimos, con alguna que otra equivocación, al Bintang, y el día acabó un poco

Snorkel en Crystal Bay

Al día siguiente, durante el desayuno, estuvimos más que de acuerdo en aparcar la moto y dejar el rally, de momento. Aprovecharíamos la cercanía de Crystal Bay para darnos un paseo entre las vacas y disfrutar de un último día de playa, esta vez con las gafas de snorkel y la cámara deportiva.


Ya en nuestra cala preferida, descansamos un buen rato entre algún que otro vendedor de cervezas y los que alquilaban el equipo de buceo. Luego, probamos con nuestras gafas. Crystal Bay, aunque es una playa sin mucho oleaje para los estándares de Bali, es un sitio lleno de corrientes, y el mar, en apariencia tranquilo, se movía mucho, lo que dificultaba un poco la visibilidad y nos acabó dando un par de sustos.


Finalmente, visto lo visto, alquilamos unas aletas (30000 IDR, 1,77 €) que nos impulsaron un poco mejor entre las corrientes que los escarpines que llevábamos. A pesar de todo, las olas nos dieron un par de lecciones de novato contra los corales duros, y salimos de ahí con algunos rasguños importantes que no nos dejaron dormir de ese lado hasta un mes después (que nadie en la playa tuviera una gasa o nada para desinfectar –nos dieron Kleenex– y que en el hotel nos ofrecieran dos gotas –literal– de un tarro minúsculo de Betadine abierto no ayudó demasiado).


No obstante, lo que vimos bajo esas olas y entre esa corriente, nuestra primera vez haciendo snorkel en años y la primerísima en esas aguas, fue simplemente maravilloso. Luego aprenderíamos que es lo normal en la zona, y seguro que hay arrecifes mucho más interesantes en aguas mucho más tranquilas. Sin embargo, para nosotros, en ese momento, fue poco más que el triunfo de la voluntad.

Veamos alguna que otra muestra.


Otra.


Una última...


La salida

La cena en el Bintang Bungalow incluyó, esta vez, unas cuantas cervezas Bintang. Celebrábamos lo bien que, a pesar de los baches, los corales, los esfuerzos locos (menudencias) nos había tratado Nusa Penida. También nos decantamos por comer nasi goreng en vez de los platos combinados, dejando la dieta blanda para otro momento. Veamos el género.


Durante la cena, aparecieron un par de franceses que chapurreaban indonesio y venían a por cervezas (parece que es un buen sitio donde parar y tomarse una Bintang, quizá por el nombre).

A la mañana siguiente, después del desayuno de rigor, pedimos que nos reservaran el billete para el ferry de vuelta (esta vez 150000 IDR, 8,87 €: algo era algo) y el transporte hasta el muelle del Angel Billabong Fast Boat. Pagamos la cuenta del Bintang Bungalow, intercambiamos los últimos saludos y nos fuimos, un poco magullados y felices de haber tenido algo que ver con aquel mundo que era una isla sin par (donde hay escondido un tesoro en él, ¿o no es así?).

febrero 16, 2018 No comentarios
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